Hoy como pescado. Parece una tontería y me río de mi mismo al escuchar mis palabras, e imaginar mi sonrisa...
Hoy como pescado... Al pronunciarlas de nuevo me llevan al extremo de una larga mesa situada en la proa de un poderoso galeón. Navegando rumbo al sol, siguiendo el camino de los últimos rayos de luz.
Sentado, contemplo la puesta de sol. El suave descender del astro, al que acompañan el vaivén de las olas meciendo mi barca como si fuera una cuna. Me siento privilegiado. Y, escuchando el susurro del mar, saboreo cada bocado de mi pescado. Un exquisito asado, que salado al fuego se convierte en un sabroso manjar; que se deshace en mi boca lentamente.
Un pequeño regalo para mi estomago, pero un maravilloso placer para mis sentidos.
Bajo un cielo de estrellas, me refugio en mi pequeña barca al calor de una cálida manta. Dejando que el olor a café, me envuelva en la armonía del momento.
La simplicidad del momento, ligado a la libertad del hombre; puede convertirse en un gran tesoro que pocos suelen valorar. Porque este no tiene con que monedas contarse.
Respeto al hombre que se ha hecho a si mismo. Que ha luchado por ocupar su propio sitio en este mar.
Pero aquellos que han nacido en la abundancia, y no han aprendido a nadar entre riquezas, hoy se ahogan en ellas.
Hombres que carecen de valores porque no han experimentado su significado.
Se rodean de mujeres, pero carecen de amor. Se cubren de poder, pero carecen de amigos. Dicen ser libres, cuando son esclavos. Dicen haber vivido, cuando solo han sufrido.
Su navegar y su entorno se convierte en un teatro lleno de gente. Que emerge con el dinero, pero que se desvanece con la falta de este.
No es malo poseer riquezas. Sino perderse en ellas.
En mi pequeña barca, he aprendido a valorar mucho mas las cosas. Las pequeñas cosas que me llenan el alma.
Mi navegar me ha enseñado, que la elegancia reside en la sencillez. Que el arte, necesita de la locura. Que la amistad, nace de la confianza. De la ilusión, parten los sueños. Y el amor, se alimenta de pasión.
Palabras que no poseen un precio, sino valor.
Estos son los pequeños tesoros del mar. Los que cada uno tiene que pescar, y saber guardar.
La arrogancia, es un juego sin palabras que se transmite través de la mirada. Pero en palabra, deviene un duelo de esgrima, mediante la facilidad de palabra y un fulminante razonamiento. Donde se detiene un ataque, respondiendo con un fugaz estoque.
Yo, Isaac, en mi pequeña barca puedo decir que he vivido. Porque he sido libre. Touche.
*(si has entrado por primera vez y deseas saber la historia de Isaac, empieza por el primer fragmento "La primera piedra" y ves leyendo hasta este ultimo.)
*Foto: Desconocido.
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