El mar se sume en un irrespirable silencio. Con la calma de este llega la desesperación.., alentada por el lento transcurrir del tiempo.
El frío acaricia mi piel mientras agonizo en esta serenidad tan lenta.
Silencio…
Solo se oye silencio…
A mis oídos llega un feble tintineo que me marca las horas.., los minutos.., los segundos.., al igual que un reloj.
Un tintineo que cuenta el goteo del tiempo que transcurre sin cesar…
Lo oigo con el latido de mi sangre, con el pulso de mi corazón.
Un tintineo que hipnotiza mis ojos poco a poco, sumergiéndolos en un profundo sueño. Transportándome con su tintineo a través de una densa niebla.
A medida que avanzo el tintineo se hace más sonoro, más fuerte, más seco. Desvaneciéndose la niebla a mi paso, abriéndome un sendero hacia el misterio del tintineo, revelando a mis ojos su secreto.
Veo un hombre de piel morena que emite golpes secos con su martillo. Su rostro surcado por arrugas no muestran su edad, sus ojos oscuros se concentran en un punto enfrente de él y por debajo de su cintura.
Hace mucho calor, detrás de él hay un horno encendido donde llamas enfurecidas desprenden el calor de su rabia.
Su barba larga y blanca al igual que su pelo apenas se inmuta con su golpeo.
Esta concentrado en su tintineo, en su trabajo.
Su mano izquierda sujeta unas enormes tenazas que abrazan una espada encendida con el color de las llamas. Reposa sobre un yunque de acero mientras es golpeada de nuevo. Evadiendo su dolor, su llanto a través de las chispas que se dispersan horizontalmente hasta extinguirse en la nada.
De nuevo levanta su enorme martillo hasta alzarlo por encima de su cabeza, y sostenido en su mano derecha ejerce sentencia. Descarga su fuerza contra el acero que desprende de nuevo su llanto, emitiendo ese sonido sordo y seco. Ese tintineo.
Ese lugar no me es extraño, pero no logro situarlo.
Ríos de sudor resbalan por la piel del hombre, no lleva ningún atuendo, simplemente la piel de lobo que cubre su cintura hasta llegar más arriba de sus rodillas.
Unas delgadas cuerdas se entrelazan desde sus pies hasta las rodillas sujetando unas plantillas que reposan a modo de calzado.
En el suelo descubro un casco labrado en metal y cubierto con el rostro de un lobo que reposa sobre el entre dos pitones blancos con las puntas ennegrecidas mirando al cielo, mientras sigo oyendo el tintineo.
Una y otra vez golpea el acero dándole forma, moldeando el metal mientras es observado fijamente.
De golpe paro el tintineo, y retirando el acero del yunque lo sumergió en agua helada congelando mi corazón dejando de palpitar por momentos.
Al emergerlo de nuevo, contempla la hoja de su acero, de su espada.
La examina minuciosamente, observa su trabajo mientras gotas de sudor recorren su frente, sus músculos.
Voltea la hoja lentamente ante sus ojos estudiando su filo, y con la aprobación de un maestro la introduce hasta enterrarla bajo las brasas. Haciendo prender de nuevo la rabia de aquel fuego, impregnando el color de su ira en el acero de su espada.
De repente noto como un calor súbito prende dentro de mí. Como si se incendiara mi sangre hasta el punto de llevarla a ebullición.
No dice palabra alguna, concentrado sigue trabajando en ese silencio roto únicamente por el empezar de un nuevo tintineo.
Y con él, vuelvo a sentir el latir de mi corazón...
Enterró de nuevo la espada hasta el corazón de las brasas prendiendo la ira del fuego, y extrayendola de ellas la dirigió hacia mi.
Extendiendo mis manos hacia ella sin que me dijera nada notando el calor de su rabia sobre las palmas de mis manos. Me miro fijamente a los ojos mientras giro la hoja de la espada, desprendiéndose de ella dos anillos encendidos en llamas.
- Isaac aquí están tus orígenes. Nunca los olvides.
Desperté del dolor extasiado y con el corazón palpitando en ebullición.
Tenía los puños cerrados como si se hubieran fundido sin poder abrirlos. Y al contemplarlos fijamente se abrieron mis dedos como pétalos de rosa, dejando ver entre mis manos una alianza en cada una de ellas.
En ellas había grabado divisas en latín, recordando que eres dueño de tu destino, que nada se opone, que llegar, ver y vencer es nuestro camino. Y para los enemigos, que nadie nos provoca impunemente.
Ahora se que ese hombre no solamente estaba forjando una espada, sino mi alma.
Manteniéndola despierta con su tintineo, sin dejar que se duerma…
Se que no descansara hasta encontrar su trono.
Porque él, es el Dios de la Guerra.
Mi Dios.
*(si has entrado por primera vez y deseas saber la historia de Isaac, empieza por el primer fragmento "La primera piedra" y ves leyendo hasta este ultimo.)
*Foto: Desconocido.
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