A la deriva navega un reloj de arena que viene a mi
encuentro buscando mi nave, golpeando su casco como si llamara a mi puerta.
Lo rescato del mar colocándolo sobre la cubierta
sentándome frente a él.
De pie ante mí me muestra el descender de su arena, el
transcurrir del tiempo a través de ese vinculo fino que une las dos gotas
gemelas.
Solo arena y tiempo encerrados entre dos lagrimas de fino
cristal. No hay viento ni lluvia que altere su destino.
Una, muestra el tiempo pasado, mientras su hermana me
revela el tiempo pendiente, y entre ambas el transcurrir de un tiempo contado
con finos granos de arena.
Veo como cada grano de mi vida desciende poco a poco
hasta caer sobre una montaña de recuerdos ya pasados, acumulándolos por el
tiempo dentro de una lagrima de vidrio.
Un tiempo que cuenta cada grano de mi vida, de un viaje,
de un mar en el cual navego en busca de un sueño…
Una silueta aparece en la arena, inmóvil, inerte, ella
sigue ahí, a la espera…
Prometí volver con mi barca llena. Llena de tesoros de
riquezas de esperanza y llevaros a todos a ellas, a las islas, nuestras islas…
Aun navego madre…
Por más que lo intento sigo navegando en busca de ellas, pero
el tiempo apremia, pasa y no me da tregua.
Quisiera decirte que estoy cerca de ellas, pero no hay
nada en el horizonte, solo una fina línea que separa mi barca de una esperanza.
Quién sabe, quizás de un sueño, nada más que eso…
La lluvia trae las lágrimas de mi padre, ahogadas en
silencio. En la espera.
No llores padre, quiero abrazarte pero estoy lejos,
navegando hacia nuestros sueños. Volveré con ellos. Te lo prometo. Porque te lo
mereces más que nadie.
Quiero que vivas tranquilo, sin miedos. Que vivas lo que
no has podido vivir con tal de que yo pudiera elegir mi destino.
Hoy la lluvia me acompaña en mi llanto.
*Imagen: Desconocido.
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