miércoles, 29 de junio de 2011

desde el acantilado




Siempre miraba el horizonte. De pie al viento, elegante y con su sombrero  testigo de su vida, su abuelo contemplaba el mar. 
Dejaba fluir sus sueños, su mente, a través de esa mirada fija en el infinito.
Siempre fue un gran pionero, un luchador incansable. En su mirada buscaba las islas desde lo alto del acantilado y con el viento en la cara señalaba impasible con la mirada el destino de Isaac, no decía nada.. escuchaba el silencio.
A la edad de cuatro años, su abuelo lo llevo hasta aquel lugar, los acantilados escarpados de las costas del país donde nació Isaac. Un lugar donde se hace presente la furia del viento, donde aludes de agua muestran su fuerza su furia envistiendo contra las rocas, incansables al tiempo... al agotamiento.
Isaac cogido de la mano de su abuelo contemplaba la hermosura del mar, un mar inmenso que brillaba en sus ojos.
Entonces su abuelo lo cogió en brazos y dándose la vuelta pudo contemplar el verde de los valles que se mostraban ante ellos, y extendiendo el brazo, le señalo la pequeña aldea donde había nacido Isaac.
-Mira que belleza Isaac.-le decía su abuelo mientras contemplaba la magnitud del paisaje.
-De pequeño a tu misma edad había soñado con estas tierras que hoy se extienden a nuestros pies, y partiendo de un sueño viaje en busca de ellas. Tierras fértiles donde es posible sembrar todo aquello que un hombre ha imaginado. Pero tienes que saber que estas tierras no las puede encontrar cualquiera, solo aquel que crea firmemente en ellas, en sus sueños, aquel que nunca se de por vencido.

Nunca me cansare contemplar estas tierras, un sueño donde tu también formas parte de él.

Y girándose de nuevo le mostró el mar, un azul que comenzaba bajo las rocas de sus pies.
-Ahora eres tu quien debe continuar nuestros sueños, tus sueños. –le dijo su abuelo mientras contemplaba el horizonte.
-Mas allá del mar están las islas que hemos soñado, las islas llenas de tesoros, lo se porque el viento me lo ha contado en sus viajes, y dice que aguardan la llegada de un marinero. 
Dentro de poco ya no estaré aquí, pero te espero en la otra orilla, en las islas llenas de tesoros de que tanto te he hablado. Isaac no tardes porque espero verte pronto, y esta vez que seas tu el que me lleve a lo alto de sus acantilados para poder contemplar juntos los nuevos horizontes que dejaremos para los herederos de nuestros sueños.



*(si has entrado por primera vez y deseas saber la historia de Isaac, empieza por el primer fragmento "La primera piedra" y ves leyendo hasta este ultimo.)

*Ilustración: Desconocida

martes, 28 de junio de 2011

...el sueño de un marinero





 Isaac contaba con la edad de seis años cuando ya empezaba a soñar con su barco. Con un océano inmenso lleno de riquezas que le aguardaban en sus viajes por las noches.., él no era marinero, pero si un gran soñador.
Nació tierras adentro, en una pequeña aldea desconocida por la gente. Rubio, de ojos marrones y facciones de una niña de porcelana era el rey de la casa.
Vivió su infancia alejado del mar, entre vacas, cerdos y demás animales de granja donde era feliz. 
La vida hizo que marchara de aquellos montes con sus padres a la aventura que suponía la gran ciudad, a la otra punta de un país que empezaba a crecer y mirar hacia un futuro.
Allí, en la cuidad, se educo en uno de los mejores colegios como uno mas. No destacaba pero era muy despierto y risueño.
Aprendió a leer, escribir, y pensar como la gente de allí. Con las ideas de esa región, y con el tiempo se entrego a ella.
 Algunos veranos solía volver a aquella aldea olvidada donde veía la evolución del tiempo en los rostros de aquellos que le criaron de pequeño.
Contemplaba las arrugas, que con el paso del tiempo erosionaban la cara de sus seres mas queridos.
De cada uno de ellos admiraba alguna cosa que para el les hacia especiales. Una de ellas era la clase que demostraba su abuelo, no es que fuera vestido elegante pero no le hacia falta tampoco.
La fortaleza y el espíritu de vida que demostraba su bisabuelo, forjado por las peleas que solía organizar de joven, cuyo recuerdo le marco una navaja en la pierna izquierda dejándolo medio cojo de por vida, pero nunca mostró debilidad alguna hacia nadie.
De su tío, el que mas admiraba por su inteligencia y astucia, que nunca llego a conocer a nadie con esa capacidad hacia la gente y su entorno.
Su abuela solía ser muy risueña, y a pesar de sus años parecía vivir todavía la infancia dentro de si. Era como una niña en el cuerpo de una anciana. 
En esos momentos Isaac volvía a sus raíces olvidadas de año en año y disfrutaba de ellas. Se sentía orgulloso de tener esa gente tan privilegiada para él como su familia, y entonces se crecía. 
Sentía surgir dentro de el las cualidades de todos ellos, y esto le daba fuerzas e ímpetu el saber que en sus venas corría la sangre de cada uno de ellos. Entonces se miraba en el espejo reafirmando sus sentimientos mientras se observaba en él. Allí veía el pelo de su padre y su abuela, rizado, castaño, al igual que sus ojos. Profundos llenos de expresiones palabras y sueños. 
No le hacían falta palabras tan solo con la mirada era capaz de expresar lo que cien paginas un libro. Sus labios iguales que los de su padre y el físico que siempre creyó haber heredado de sus bisabuelo, le hacían un atractivo e inteligente muchacho capaz de satisfacer los sueños de cualquier joven fémina. Noble y con un temperamento fuerte, demostraba la rabia insolente de la juventud, se creía capaz de todo, entonces empezó a creer mas firmemente en sus sueños. 
Descubrió que había mucha gente que carecía de ellos, y esto le hacia sentirse privilegiado por encima de otros como él, descubrió el mar y entonces soñó.
Pero su mar, el mar real no era como el que él soñaba, no es que fuera diferente, pero los peligros no eran un sueño sino reales.
Como en todos los mares había calma, tempestades, naufragios y resurgimientos... y a veces... soledad, pero siempre al anochecer, aparecía su estrella que lo acompañaba desde pequeñito y velaba por él y la tranquilidad de su mar.
Su padre, un hombre de ideas y creencias firmes solía ser muy estricto con él. 
Pero a veces aunque él no quisiera, demostraba que tenia un corazón tan tierno o mas que Isaac.
Siempre le mostraba la crudeza del mar y le hablaba de los peligros de este como lobo de mar que era. 
Mostraba sus manos llenas de cortes y durezas rojas del agua helada, fuertes. 
Con ellas intentaba enseñarle la crueldad del mar y que a él también soñador no lo había tratado mejor que ha otros.
Era un hombre que sufría la furia del mar por dentro, intentando como todo buen capitán difuminar la preocupación y transmitir a su tripulación calma y serenidad en los momentos mas difíciles, aunque no siempre se conseguía. 
A veces el agotamiento de la lucha diaria se reflejaba en su rostro.., nunca quiso compartir aquella soledad que le comía por dentro, que sin querer era traspasada a mi madre. Embarcada en el mismo navío y con el mismo rumbo, muchas veces se podía adivinar que el viaje no era de su agrado. 
Su mirada siempre puesta en el infinito del horizonte la solía cambiar por una mirada llena de vida y esperanza hacia su hijo Isaac.


*(si has entrado por primera vez y deseas saber la historia de Isaac, empieza por el primer fragmento "La primera piedra" y ves leyendo hasta este ultimo.)

*Ilustración: "The Lighthouse" "El faro" Daniel Merriam

lunes, 27 de junio de 2011

El ring




No le temo a ninguna decisión porque se que es ahora cuando hay que tomarlas.
Encajar golpes y dar, y poco apoco curtirme en el mundo de la lucha, donde la mayoría de veces quien da primero da dos veces, pero también se ha de saber levantar uno y dar dos veces mas.
Es ahora cuando soy púgil que me temen, porque no tengo nada que perder y en cambio mucho a ganar, pero para ello hay que boxear como mejor sabe uno, impartiendo calidad, clase y estilo, sin demostrar puntos débiles, hiendo de menos a mas siendo un autentico martillo para tu rival, que mas que buscar el KO lo que intenta es detener una maquina que da golpes uno detrás de otro.. uno detrás de otro.., cada vez mas fresco, cada vez mas fuerte, cada vez mas crecido, comiendo terreno sin detenerse, sin echar el aliento, boxeando un golpe tras otro, aumentando el ritmo a medida que se acerca el gong de la campana, aumentando la admiración  del publico, demostrando la casta añadiendo potencia al golpe, impactando en el cuerpo, dejándolo sin aire, mermando sus facultades, donde el rival se olvida del combate y empieza a cubrirse para evitar una lluvia de golpes que augura una catástrofe mayor.
Se vislumbran sus debilidades, su cansancio, su aliento, su falta de aire, ya no puede pensar, no coordina los movimientos, tus golpes le están produciendo unos efectos irreversibles  para él y su carrera.
Se acerca el gong, aumenta la presión todavía mas, ya esta contra las cuerdas, busca el aire desesperadamente; es un púgil joven lleno de energía, aire.
Al campeón le fallan las fuerzas comenzando por las piernas, se siente agotado y el equilibrio lo delata, busca el apoyo de unas cuerdas para solventar el problema, pero estas son incapaces de sostenerlo.
Una y otra vez los músculos le están fallando, ya no son duros sino flácidos, apenas sostienen la gravedad de los brazos que ha aumentado su peso descomunalmente.
La física hace efecto y lo demuestra en el púgil, potencia igual a velocidad por fuerza, y en el otro extremo la masa, un conjunto de moléculas que se distorsionan que se desgranan lentamente a causa de los golpes.
Entonces es cuando la potencia se eleva al cuadrado, una operación matemática que no puede calcular el rival, resultado KO.


*(si has entrado por primera vez y deseas saber la historia de Isaac, empieza por el primer fragmento "La primera piedra" y ves leyendo hasta este ultimo.)



*Ilustración: "Dempsey and Firpo" George Wesley Bellows



jueves, 23 de junio de 2011

... la primera piedra



Siempre ten presente que la piel se arruga,
el pelo se vuelve blanco,
los días se convierten en años...
Pero lo importante no cambia:
tu fuerza y tu convicción no tienen edad.


Sigue, aunque todos esperen que abandones.
No dejes que se oxide el hierro que hay en ti.
Haz que en vez de lástima, te tengan respeto.
Cuando por los años no puedas correr, trota.
Cuando no puedas trotar, camina.
Cuando no puedas caminar, usa el bastón.

Pero ¡Nunca te detengas!