martes, 26 de junio de 2012

mi barca



La construyo mi padre, sin él saberlo ni decirme nada. Fue sin duda su mejor regalo.
Mi madre no era de mar, pero si mujer de un marinero que siempre lucho al mar.
Ver en sus ojos el sufrimiento y en sus manos la dureza y crueldad con que el mar trata a aquellos que una vez tuvieron la osadía de entrar en el… nunca quiso eso para su hijo.
Mi padre sufrió, de ello son sus marcas dejadas en la piel. Sal del mar incrustada que solo desaparecen cuando llega la serenidad a su alma, cuando ve a Isaac navegar con viento a su espalda. Y aunque le mar le arrebatara su oportunidad el siguió tenaz, y al nacer Isaac empezó a labrar una barca, una pequeña barca sin darse cuenta.
Él, al igual que su padre trabajaba con el alma. Daba forma al hierro con su mazo, lo extraía enrojecido de furia y lo moldeaba con su rabia, con su constancia, golpeaba sin descanso. Impartiendo un ritmo mientras en sus ojos dibujaba unas formas, pensamiento fuerza y alma, para dar forma luego a un trozo de la nada. Así trabajaba él también su barca.
Eligio la mejor madera para su casco, la más resistente a la adversidad. La pulió para que las olas no se aferraran a ella y el agua se convirtiera en aceite al tocar su casco.
No era una nave cualquiera.
Trabajaba en silencio mientras Isaac jugaba sentado en el suelo con agujas y retales de ropa al lado de su madre.
Ella sin querer, sin saberlo, tejía las velas de una nave. Unas velas que abrazaran cualquier pizca de viento, unas velas que le impulsaran hacia delante.
Para ello bordaba la mejor tela, la más resistente, la más flexible, con la cual pudiera alcanzar un día sus sueños.
Ambos lucharon por los sueños de Isaac, porque él tuviera una oportunidad. Pero al mismo tiempo el temor a perder un hijo, a no verlo regresar jamás les daba miedo. Por eso nunca le hablaron del mar, y les daba miedo cualquier deseo de navegar. De soñar. De buscar algo que quizás nunca pudiera encontrar. De desaparecer en medio del mar sin saber que ha sido de él.
Ese temor también les conmovía por dentro, sobre todo a mi madre. Que intentaba alejarme de ello.
Pero los sueños, mis sueños, nuestros sueños… se convirtieron en deseo. Dando paso a mí destino.


No tenia nombre, y la bautice “Übermorgen”. El mañana.



*Ilustración: Boat Builder Denmark    Autor: Joe Gemignani

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